lunes, 14 de noviembre de 2011

jose maria hernades vivas

Precedente Histórico

Eran los días posteriores del mandato del Doctor Carlos Holguín y las vísperas de una nueva administración nacional, honor que caería en la persona del Doctor Miguel Antonio Caro, el siete de agosto de 1892.

Estaba Colombia probando los primeros vuelos de la reforma constitucional en su nueva ley fundamental que decretó para el país el nombre de REPUBLICA DE COLOMBIA, cambiando el nombre de Estados por el de Departamentos y para lo cual se adoptó el lema de gobierno "CENTRALIZACIÓN POLÍTICA Y DESCENTRALIZACION ADMINISTRATIVA”. Para ese entonces las provincias y los estados existentes se disuelven en su forma y fondo, tanto político como administrativo, constituyéndose en departamentos fueron nuestro campo sureño denominado Provincia de Obando, toman rumbo nuevas instituciones para formar el hoy Departamento de Nariño conformado por numerosos municipios perfectamente delimitados.

En el año de 1892 y Suceden grandes cosas para la Historia de Colombia, así como para la política y la estructura social de su nación; aspectos que son muy  bien conocidos y relatados en los tratados de enseñanza media en nuestra República. Pero así mismos quedan datos importantes para el devenir político y social, que se han ahogado en las lagunas opulentas y fangosas del olvido; aspectos éstos que en un momento han logrado desafiar las páginas históricas hablando con ímpetu de personas que con valerosa honra han sacrificado lo más preciado del ser humano en aras de la soberanía y el bienestar de la patria; entregando su Vida sin importarle que el patíbulo fuese la cruz, la guillotina, o  descarga de fusiles.


La Niñez y la Guerra

El siglo XIX exhalaba sus últimos temores cuando el niño José María comienza a conocer la vida y a adaptarse al labriego ambiente que el destino le depara; parecía que de aquella hondonada de Guachá Jamás iba a salir.

El sol en lo alto de ras montañas sureñas no dejaba mirar más allá de dónde se escondían sus propios congéneres; pero el niño se acostumbran a mirar el infinito y ya comienza ameritar en la curiosidad de "tirarse" a recorrer los caminos desconocidos. Más, Guachá -vista con los ojos de un ciudadano sin prevención cien años después del nacimiento del protagonista de esta historia_ no es más que una canoa orienta-da con su proa hacia el oriente, soplada por
los vientos de occidente , desde donde el niño iba desafiando la tormenta,
mas ante la inminente borrasca se abrió una grieta por donde escaparon él y su nombre para hacer inmortal  a su cuna, salvándola del naufragio al precio de la inmolación de su vida.


José María Hernández es  un infante desapercibido y taciturno pero afanoso por aprender a leer y a escribir, por aprender a vivir cuando estalla la revolución de 1999 en el Departamento de Santander apenas cumplidos tres años y medio de la de 1995 a raíz de la rebelión extendida por todo el país.

El siglo nace en medio de la GUERRA DE Los MIL DIAS "donde perecieron más de cien mil colombianos, recibieron heridas otros tantos, el país quedó en la ruina, sin ganado, sin agricultura, sin caminos, desacreditada en el exterior, con su suelo repleto de tumbas y con el odio político de los colombianos entre sí.

Para ese tiempo José María Hernández ya tenía los siete años que la religión exige para tener uso de r4zón,por lo tanto y como la guerra se extendió despiadadamente por todo el país proporcionando sangrientas batallas cercanas a Ia zona de Guachá como son las del TOTORAL Y CASCAJAL, el niño pregunta quienes son los que pelean, responde su padre "liberales contra conservadores,', los liberales eran los radicales de otrora, los herejes del día, los bandoleros, etc.; los conservadores, los defensores del gobierno, del clero, de la religión, etc.; pero ambos bandos escudados ba.jo el falso ideal y el estandarte de la paz y la igualdad ; pasaban sobre los cadáveres de sus hermanos, sus vecinos, amigos y enemigos.

José María piensa colocarse al lado de la ideología de su padre, ya que en aquellos tiempos, salvo contadas excepciones, los hijos heredaban además del apellido, la ideología política de su padre, muchas veces sin tener los más mínimos afectos políticos.

Con este acontecimiento se sepultan bajo la crueldad d de la violencia muchas ilusiones y hasta el porvenir de muchas regiones como el de Pupiales, que siendo un pueblo con raigambres políticas de reconocida envergadura, se coloca en las páginas empolvadas, olvidadas y borrosas de la Historia.

Pero en Guachá José María sigue creciendo y su mano deja el arado para tomar el lápiz de piedra que le enseñará a trazar sus primeras letras sobre una plana de pizarra: letras primeras que las obtuvo de su propia madre por medio del "Silabario", método de la época y, luego, cuando doña Isolina Villareal funda la primera escuela rural en Tatambud, José María llega a sus aulas. Ahí lo conoció y ella desde su lecho de enferma ,(donde pacientemente esperé que la parca aborde su lecho de ancianidad y abandono) describe así al niño Hernández Vivas - "Era un niño pasivo, de poco hablar pero inteligente, le gustaba andar cabizbajo y cuando había quehaceres en la escuelita era el primero en presentarse a la actividad, extremadamente respetuoso y tenía una hermosa letra" - Así lo conoció su primera maestra , de quien heredó su amor por el prójimo y sus ademanes de cultura frente a la sociedad que lo rodeaba.

Pero no fue larga su permanencia en la escuelita rural, pues los reverendos hermanos maristas en el año de L907 plantaron domicilio en la ciudad de Pupiales y abrieron los brazos de la educación y la cultura a toda la comunidad del sur del Departamento de Nariño.

José María le pide a su padre enviarlo a completar sus estudios de primaria a aquel centro; don Víctor sin pensarlo dos veces cumple los anhelos del muchacho, ahí recibe suficiente conocimiento de las letras; los hermanos maristas eran muy exigentes en la tarea de la enseñanza y los que allí recibieron ciencia y cultura aún nos dan ejemplo de sabiduría y responsabilidad. De esos hombres forjados a la luz del fuego y bajo el lema de -"la letra con sangre entra”- fue José María Hernández vivas.

JUVENTUD Y AVENTURA

Al culminar sus estudios primarios en la Escuela Urbana de Varones Niño Jesús de Praga en el año de 1909 José María regresa a la tierra de su sol, la vega de Guachá, por los mismos caminos de herradura abiertos por los labriegos vecinos y que aún hoy en medio del desarrollo de los pueblos sigue el mismo camino sin ser menos que un calvario para los que por él tienen forzosamente que transitar, dejando piedra tras piedra los gritos en las cangaguas de Guachá contra quienes en .tiempo de e elecciones llegan con sus promesas de que “para el próximo período será afirmada esta vía".

Pero más deplorable para decirlo rápidamente en cuanto a la vía que nos conduce a la cuna del héroe, es el tramo comprendido entre el casco urbano de tatambu  y la vereda de Guacha, tierra engrandecida por su gloria ;ya que uno de los gamonales del lugar, Un feudal sin herederos legítimos, pero con dinero y por lo tanto con el suficiente poder para  oponerse al desarrollo - y lo hizo - a la ampliación y cambio de rumbo de aquella vía, por ser muy anti técnico el actual camino y por caer afectada  una de sus propiedades, a pesar de tener una representación feudal en la vereda donde se desarrollo el héroe y en donde aún perduran las “atropellos” de algún inescrupuloso insecto social, motivo por el cual se ha hecho acreedor  al desprecio de muchos moradores de aquella región.

Esa región arcillosa y compacta, con recursos naturales envidiables es el patio delantero de la humilde vivienda. que allí se levantó. Para ver nacer al más famoso histérica ente de los hombres del sur del también olvidado y subdesarrollado departamento de Nariño.

Aquí volvió José María Hernández a leer las hazañas de Tomás Cipriano de Mosquera, el ímpetu de José María Obando, la estrategia en la disposición de las tropas de José Hilario López y tenía como su padre, "matrícula" en el partido conservador, aunque jamás fue fanático, ni lo demostró depositando su voto por dicho partido ya que no tenía veintiún años cuando salió de su tierra levantando anclas de aventura, para cabalgar sobre el corcel indómito que no traía boleto de regreso.

Le gustó leer las aventuras emprendidas por los antedichos personajes porque tuvo un tío, hermano de su padre que discrepó diametralmente en la ideología del Padre de  Familia y se colocó en el reverso de la moneda; por eso lo tildaron de “bandoleros”.

Él en una ocasión derrotó a unos intrusos que le apedrearon su puerta y en otra hizo correr delante de su escuadrón armado de garrotes, machetes y escopetas, a los contrarios de Obando que iban rumbo al norte por el camino de Gualmatán e les; seguramente eran los emisarios de Flórez, pero en Tatambud se encontraron con el indómito Juan Antonio a quien el poeta "Bolívar Quijano", que le ha dado glorias con su pluma a Pupiales, además de honrarlo con su Acróstico en el libro inédito HESPERIDES ANDINAS, lo admira profundamente por ser un verdadero defensor del bienestar social y el
interés público, ese era el tío de José María.
Con todas estas y otras lecturas, Para entonces censuradas y quemadas por el clero en la plaza pública, no sin dejar de decir en la homilía, que quien lea éstas obras se iba al infierno, a quemarse en sus pailas más hirvientes, se entusiasmó el imberbe.

José María sin perder el amor por el santo Crucifijo que según su hermana la religiosa franciscana Ezequiela Hernández" era su devoción incuestionable," y colgando en su pecho un viejo escapulario con  la imagen de la virgen de las Lajas por un lado y por el otro el corazón de Jesús, se recuesta en los prados de su estancia a meditar por  el futuro suyo y el de sus hermanos; pues sucede aquí un acontecimiento  que a mi modo deber es el más importante en la vida del águila que volaría a través de la selva, veámoslo: para el año de 1910  ya no eran sólo dos los hijos del matrimonio Hernández vivas sino que el  hogar ya gozaba del alborozo y bullicio de ocho retoños que  harían perenne al árbol que los produjo.

Hago  una breve reseña de ellos para que no queden inéditos en este modesto escrito.

Habíamos dicho que el primer vástago fue Carmen, mujer que en el futuro se dedicaría a los quehaceres del campo y del hogar después de haber recibido la educación de las hermanas franciscanas, hoy ya no se encuentra con nosotros pero en su semillero siguen creciendo ramilletes sobre el suco-.
Luego, de acuerdo a lo dicho nace nuestro personaje quien hoy es el Fénix que sigue con su vuelo silencioso y eterno frente a los dinteles dorados de su ímpetu procero y serenamente merodea alrededor de los escuadrones que guardan las fronteras de la patria, imponiendo la confianza en el soldado y coraje en su arrojo temerario y heroico, guardando en un cofre esmeraldino el martirio que cubrió con su sangre (un frente guerrillero se denomina José María Hernández)l
El tercero fue Luis que "más que un hermano para, José María era un amigo" y así lo reconoce su hijo víctor a quien le doy gracias por su preciado informe en el propio sitio donde su padre Luis y su tío José María crecieron; Luis era su compañero, su amigo y su herma_ no del cual hoy sus hijos, amigos, nietos y vecinos lamentan su des_ aparición; con él viajó en busca de fortuna, en pos de una aventura, en cita donde la mujer amada, porque José María tuvo en san Mar_ cos, vereda contigua ar casco urbano del corregimiento que hoy le da su nombre y ubicado dentro de la jurisdicción der municipio de Pupiales una rinda campesina que re robaba sus ratos de sosiego, a quien le dedicaba en sus momentos románticos ros mejores ramilletes es de su vida humilde y las más profundas y codiciosas miradas con sus ojos taciturnos.
Vive el cuarto alumbramiento de dona Rosario Vivasy es para traer al mundo a la que hoy es doña Emperatriz  recidente en la ciudad  de Bogotá, seguramente vigilando la ultima morada de su hemano el héroe y mártir.

Nace  en quinto lugar María también desafortunadamente desaparecida.

Luego, otro varón que le ha dado honra a sus padres y a su patria chica rindiendo homenaje a su hermano fusilado en Iquitos; formado en las filas de los siervos de Cristo, -es Buenaventura o Fray Mateo en su vida comunitaria de la orden Capuchina como pastor de su dogma en el convento de los reverendos padres Capuchinos, ordenado sacerdote en la ciudad de Barcelona, murió anciano en Medellín después de fundar en Pupiales la Escuela Urbana San Francisco
Victoria viene a ocupar el séptimo lugar, es la niña que acompaña a José María en su destierro voluntario hacia el sur oriente del país, allá contrae matrimonio y tiene una hija que reside en los Estados Unidos de América.

El octavo miembro familiar llega al rancho solariego y don Víctor le hace echar el agua bautismal ordenando al párroco que le coloque el nombre de Hermicenda, se inició a la vida religiosa en la ciudad de Puerto Asís tomando los hábitos en la comunidad franciscana, Sirviendo en ella de singular manera como magnífica educadora

Conocida  con el nombre franciscano de Ezequiela; después de permanecer anciana y enferma descansando sus últimos días en la casa de Betania de dicha comunidad en la ciudad de san Juan de pasto, muere para llegar a Jesús y a su hermano.

Volviendo a la vida de nuestro personaje, ubiquémonos en sus dieciocho años, momento en que empieza realmente su camino hacia
el calvario glorioso de su heroísmo eternizarte.


Mil novecientos diez es el año señal de su luminaria y su destino, aquí comienza a brillar la estrella de una vida agitada, pero llena de esperanzas guardadas en su joven corazón palpitante, con velocidad taquicardia a la hora de su primera partida, tras una caravana de arrieros que impetuosamente se endilga por los caminos más escabrosos de su porvenir. Es el momento en que las banderas independentistas de un hombre comienzan a flamear al golpe del viento y bajo el sol canicular de las inhóspitas montañas donde acechaban los reptiles venenosos y se agazapaban las fieras más voraces al paso del sereno caminante. Es en este año cuando se enrola a una "cuadrilla, comandada por un veterano arriero rumbo a Barbacoas, llevando para el comercio productos de los tierra fría y en busca de encontrar un producto no menos lucrativo para traer de vuelta.

José María iba con su hermano Luis en calidad de arrieros a órdenes de su patrono quien remuneraba de acuerdo a la veteranía. Dice  don Víctor Hernández, hijo de Luis que "ese primer viaje lo emprendieron tanto su tío como su padre, a título gratuito con el único fin de conocer el camino y los reglamentos naturales e ir en un segundo viaje llevando su propia mercancía"

Estamos captando que José María tenía un espíritu aventurero y su Interés era ante todo formar un pequeño capital para trabajar no por un salario sino por el lucro de la ganancia en los productos que compraba y vendía, como tela, panela de la Unión, frutas, oro, mantas, Cabuya, etc; mas todo no es diáfano y gracioso en la vida de un Hombre, ni menos en Ia del que tenía que ser la gloria de su patria y Honra para su pueblo y su familia.

Estando José María en plena juventud  y habiendo recorrido con su recua los caminos hacia Barbacoas, La Unión, Pasto, Neiva, Popayán: conociendo los secretos del  arriero, Ios trueques  del comercio y los misterios de la noche; tiene que soportar el dolor de la muerte de su padre, el hombre que tanto influyo  en su vida y que le enseño a viajar tras la yunta de bueyes, silbando la Guaneña; a mirar correr el agua del río cuatis, a descifrar el tiempo a través de las estrellas, a caminar en la noche oscura, fría y lluviosas  y, a "chalanear" el
potro que lo llevará sobre su lomo.

Este es uno de los aspectos fundamentales en el cambio de la vida del prócer, quién había muerto era su bastón, su maestro y el sagrado recuerdo que guardé hasta el momento de su muerte en lo más profundo de sus afectos.

Doña Rosario queda viuda a una edad relativamente joven y sus tres últimos hijos aún eran niños, José María y Luis buscan el sustento del hogar huérfano de padre. Mas, pasan dos años de la muerte de don Víctor - cuando nuevos romances acarician el corazón de doña Rosario, es don Arquímedes Morán quien propone matrimonio a la viuda aceptando ésta pasar a segundas nupcias. De ese matrimonio procreó dos hijos de los cuales vive Heriberto. Gran músico que ha trascendido las fronteras colombianas, quien otrora
fuese director de la banda Guatavita y en otras oportunidades miembro activo de grandes orquestas como la Filarmónica o la Nacional de Bogotá, su música deja huella sonora por do quiera pasa el hijo de la cuna del pensamiento.

Don Arquímedes Morán era un hombre de unos cincuenta años y carecía del órgano de la visión, por eso sus vecinos y quienes lo conocieron le llamaban "el ciego Morán", de una personalidad severa muy estricto, de mal humor y hosco en el trato a doña Rosario, pues fueron para ella unos años muy arduos y fatigosos los que vivió
al lado "del ciego',.

José María que estaba al tanto de lo que pasaba en el hogar, no pasó por alto estos incidentes y tuvo más de una discusión con su "padrastro-', motivo de estas desavenencias desgraciadamente importantes en su vida, toma la decisión de partir hacia el oriente del sur colombiano.


En 1914 hay noticia de un enganche de obreros hacia Pasto a instalar la  línea telefónica de esta ciudad hasta Mocoa; José María aprovecha esa coyuntura y parte sin vacilación dejando todo su romanticismo en el rancho solariego y en los bosques del camino hacia casa de su amada Carmelina. Una vez en Mocoa terminado su trabajo y desde luego su contrato con el "cabecilla", surge la oportunidad de ir a colonizar tierras al bajo Putumayo donde se ofrecían buenas garantías para Ia posesión que anunciaba el gobierna; era esta una empresa patrocinada  por los Capuchinos que entraron con el ánimo de poseer almas para ElSeñor y tierras para el imperio del Clero.

Teniendo esta oportunidad decide no desaprovecharla y vuelve a su tierra natal a vender su derecho sobre un terreno que su padre le dejó a título de herencia.

Evidentemente la pone en venta y es su hermano Luis "quien se interesa quedándose finalmente con el lote por la suma de doscientos pesos ($200)" según testimonio de Víctor, hijo de Luis.

Con esta suma y otros reales que había ahorrado, después de una larga despedida con los suyos, vuela camino hacia la gloria con la fuerza de las alas del cóndor que pretende luchar con las estrellas, se dirige camino a Pasto para partir a Mocoa y de ahí por trocha abierta por los mismos colonos apoyados en sus rústicos pero acerados machetes, hasta Puerto Asís donde los misioneros tenían su convento asistiendo en la religión y la cultura a los habitantes de tan hostiles tierras.

Aquí se establece con el ánimo de cultivar la tierra y pastar sus ganados; levanta entonces su rancho en madera que de acuerdo con su propio testamento "está hecho sobre estantes de huacapüs". Una vez allí instalado se dispone a delimitar sus lotes del terreno colonizado, situado junto al casco urbano de Puerto asís alcanzando cada uno de ellos una extensión de diez hectáreas.


Comienza a tumbar monte y la manigua no puede con él, la vence Plantándole plátano, yuca, arroz y frutas del clima tropical húmedo. Sus cultivos muy pronto prosperan y viéndolos así su amo diría a sus amigos: "van viento en popa" . Teniendo la firme seguridad de que éstas tierras eran fértiles y prósperas decide enrumbarse por el camino del comercio, la compra-venta de productos en todos los pueblos Ribereños del Putumayo utilizando sus aguas como vía de comunicación.


José María sentó precedentes de honorabilidad, amistad, paz y ayuda entre las gentes de ese pueblo de colonos, motivo por el cual se Hizo merecedor del más singular respeto como lo atestiguan quienes lo conocieron y dan fe de ello. De pronto decide visitar a su familia en Pupiales y efectivamente lo hace; allí lo esperan con cariño todos los suyos siendo motivo de gran ovación su visita al seno de la familia, Especialmente al cariño de su madre y al clamor de sus hermanos pequeños.

De regreso a la tierra donde nace el sol se lleva consigo a su hermano Buenaventura a quien lo becan los misioneros en Puerto Asís por intermedio de quienes muy pronto estará en la madre España recibiendo los beneficios de la carrera sacerdotal para luego ordenarse como tal en la ciudad de Barcelona.


Siendo la intención de José María darles un porvenir llevadero a sus hermanos menores, regresa a Pupiales con la recta y firme idea de llevarse con él a sus dos hermanas: Victoria y Hermicenda, la primera anteriormente reseñada y la segunda también, pero de ésta tendría que decir que fue en Puerto Asís donde ingresa a la vida Franciscana por insinuación de su hermano, allí toma el hábito del cual fue muy digna de llevarlo.

Mientras tanto las actividades labriegas y comerciales seguían el regular camino que se propuso el colono hasta que, en 1916 teniendo muy bien organizada su finca y su casa de puerto Asís, se propone una actividad que no era rutinaria sino embelesante y romántica; buscar a la compañera de su vida que más tarde sería la madre de sus hijos.


Evidentemente la encuentra en el seno de una humilde, pero bien formada familia del Caquetá, llegada al Putumayo en actividad colonizadora; algunos dicen que era tolimense como don Víctor Hernández a quien se lo contó su padre que era el confidente de José María; en todo caso era una familia donde el colono pupialeño tenía muy buenas referencias y lo trataban como un miembro más de la familia; a mi juicio la familia les era nariñense o al menos su origen, pero que en pos de la tierra rebasaron las fronteras departamentales por ello doña Gregoria les pudo haber sido del Caquetá, del Tolima o de Nariño, pero sin lugar a dudas descendiente de colonos.


Allí en aquella familia estaba doña Gregoria quien también se enamora de José María, y hacen una firme e inevitable promesa de matrimonio, que al correr de muy poco tiempo, se cristaliza frente al altar de la capilla de los Capuchinos en la población de puerto Asís.





Otro rumbo en la vida de José María

Hecho su asentamiento definitivo en Puerto Asís organizó nuevamente su casa dotándola de toda clase de comodidades, que hoy resultarían demasiado modestas, pero que él las llevó a su hogar para el servicio y confort de su esposa e hijos.

Vamos pisando los años de la década veinte, cuando este hombre lleno de ambiciones se emprende por el negocio de artículos que llegan del interior del país para expenderlos a los ribereños del Putumayo y sus afluentes.

Era un conocedor incuestionable de toda la zona selvática del oriente, desde él Caquetá hasta el Amazonas, por eso tuvo amigos en todos  los sitios de estos recónditos e inhóspitos lugares, hasta los nativos depositaron en él su confianza y tuvo relaciones con los zares del caucho, con el gorilato de la selva  constituido por la familia Arana; inescrupulosos explotadores de gente y recursos naturales.

Recorrió pues los más ignotos lugares de la montaña y por eso conocía palmo a palmo los sitios, por otros desconocidos e ignorados; así se pasa algunos años en la actividad del comercio vendiendo víveres, dedicado a la pesca, a la ganadería y a la agricultura, motivo por el cual al expedir su testamento en Iquitos dice dejar en el pueblo de Ipiranga diferentes especies y valores, así como algunas mercancías.

Con el correr del tiempo, José María adquiere buena solvencia económica y compra un lote de terreno en Tárapacá donde construye casa y planta sementera en las seis hectáreas de terreno que había adquirido. casa y terreno que fueron en tiempo de guerra tomadas por las tropas colombianas. Jamás indemnizadas por el Estado a los herederos del héroe.


Dedicado ahora sí, definitivamente al comercio de artículos por todo el Putumayo, decide bajar por el Amazonas a Leticia donde encuentra gran fuente para su trabajo, trayendo productos brasileños para vender en Puerto Asís, Guepí, Tárapacá (Arnazonas), Ipiranga (Brasil), Pantoja (perú), puerto ospina (putumayo), La concepción (Putumayo), El Encanto (putumayo), caucayá (hoy puerto Leguízamo), Buenos Aires (Amazonas), Tábatinga y Manaos en el Brasil, etc.


Allí va conociendo gentes y regiones secretas de la selva, la bravura de salvajes ríos y el arte de navegar en pequeñas embarcaciones movidas por los remos que alternan los brazos de él y sus baquianos.

Quíenes io conocieron lo describen fuerte, pacífico, arnigab,le, respetuoso,
tremendamente trabajador e intrépido, ya que no le daba miedo navegar las aguas del  Guamués, el Putumayo, el caquelá, el orteguaza, el Guepí, el san Miguel, el caudaloso y temible río Amazonas aún salvaje y virgen por entonces.



José María deja encomendada su finca de Tarapacá en manos de su "amediero" aparcero * Justo Vargas y regresa por aguas del Putumayo a Puerto Asís donde sus hijos ya niños y su esposa lo esperan con los afectos más profundos puesto que se distinguió por ser excelente padre y esposo: sus hijos crecían al calor humedo de la selva tropical, pero en medio del calor y el cariño de su padre; ellos eran Justina y Sergio, de quienes aún vive Justina en la ciudad de Bogotá  a donde salió con su madre después de la muerte de su padre,

Sergio fue abatido por las enfermedades tropicales,  como su madre se encontraba en condiciones económicas deplorables después del asesinato de José Maria, no le fue posible desembolsar honorarios a los facultativos y desgraciadamente muere en Bogotá sin que el gobierno haya levantado una paja por el descendiente del mártir campesino.

Otros dos de sus hijos habían muerto en puerto Asís antes de su infame fusilamiento, pero siendo aún de pocos meses de vida, seguramente por las condiciones del tiempo, el clima malsano, la falta de intervención médica y según otros porque así fue su destino.

Debo decir empero; a José María le causa un poco de cansancio la actividad ardua del comercio a través de todos los sitios anteriormente descritos y como ya tenía buenos recursos económicos  pensó en volver a las labores agrícolas en su finca de Puerto Asís, donde piensa prestar su servicios de ciudadano al pueblo ya que éste lo estima y lo respeta; su anhelo ahora es ser agente de la policía nacional, en esos lares de colonos, nativos y jaguares.

No debo dejar de anotar una intención de José María dibujada en su pensamiento futurista anhelada y codiciada hoy por los países Amazónicos, como es la vía Pasto - Puerto Asís y luego al Atlántico Por el panamericano Amazonas, sitios que él conoció con lujo de detalles.



Su vida publica

Alfredo Villamil Fajardo era el Intendente en eI Amazonas, amigo de Hernández y compañero de armas en el comercio, por eso puede describirlo perfectamente, como lo hace en un artículo publicado por la Revista Cromos. "Era un hombre blanco, de estatura más o menos mediana, fornido, de más o menos cuarenta años, de aspecto taciturno y sencillo, de poco hablar".

A ese hombre es a quien le escribe una carta a su despacho de Intendente"
Del Amazonas  pidiéndole lo nombrase como policía. El siguiente es un aparte del texto enviado por Hernández al intendente: "Le suplico que me dé un puesto en la policía, ya sea para prestar servicios en este corregimiento o donde ulsted considere conveniente, dando dé alta que seré estricto en el cumplimiento del deber".


El señor Intendente escucho, la petición de su amigo y viendo que podía, cumplir una singular labor habida cuenta de las relaciones que tenía con los rudos colonos y los celosos indios, Io nombra como pide en su carta. "En junio de 1930 Hernández se incorpora en Puerto Asís a la policía de la Intendencia del Amazonas y su destino material y moral  para desempeñarse como tales el corregimiento de Santa Clara a órdenes del Mayor Luis F Luna con quien cooperé para las instalaciones de Tárapacá".

Pero su estancia en las filas de la Policía Nacionales un tanto efímera puesto que al cabo de un año de servicio toma el rumbo de la vida civil para instalarse en su finca de Tárapacá, en 1931, donde pastó animales, sembró plátano, frutas, yuca y otros productos que los comerciaba entre los colonos, allí mismo o en sus alrededores.  


Rumor de la Guerra

Las noticias de la toma de Leticia por los peruanos vuelan en las alas de los guacamayos, en eI chillido de los monos, en el rugir del tigre, en el salpicar de la lluvia tropical, en los rayos del sol ecuatorial en el trepidante vibrar de los bosques, que meditabundos lanzan sus  quejidos de pesar repudiando la inicua hazaña peruana. Hecho que se produjo el primero de septiembre de 1932 estando en el Solio de Bolívar el Doctor Enrique Olaya Herrera, en representación del partido liberal, primer presidente de esta corriente después de la Hegemonía conservadora.

Olaya Herrera enfrenta esta difícil situación de emergencia causada por las tropas peruanas que como bien se sabe siempre han tenido la ambición del  poder, y su mayor ilusión, la expansión del territorio como hace muy poco lo hicieron con Ecuador a quien en otra época le usurparan  gran  extensión de tierras en el Napo, a lo largo del nacimiento del  río Amazonas.

No fue pues una actitud políticamente prevista sino que aprovechando el bien sabido por ellos imposible acceso de la tropa colombiana a esas, hasta ahora y siempre abandonadas tierras, se propone el invasor hacer gala de su rapiña tomándose Leticia, puerto que para sus objetivos guerreros era estratégico sin importarle  que con ello vulneraba los principios del Derecho Internacional, como son la coexistencia pacífica, la buena vecindad de los estados, la renuncia a la amenaza o al uso de la fuerza y otros consagrados en la carta de las Naciones, principios concebidos ya en los pueblos como prohibición de  la Guerra, postulado a raíz del Decreto de paz de la URSS  en 1977 donde ya se plantea la idea de que la guerra es amoral y criminal, pero los militares peruanos no se detuvieron a pensar en  principios ni en derechos, sólo en la ambición de tener un puerto sobre el Amazonas' en la esquina que delimita tres estados, los conmovió y los sedujo a la invasión, teniendo que soportar el pueblo y el gobierno colombianos, esa canallesca actitud".


El gobierno entonces ve la necesidad urgente de enviar tropas a la Región del Amazonas y del Putumayo, ¿pero cuál era la realidad? No había carreteras o vías de comunicación adecuadas para tales empresas' así es que a los pocos policías que se encontraban prestando guardia en la frontera, (como en nuestros días, en los pueblos que asalta la guerrilla) les tocó afrontar al enemigo mientras venían los refuerzos. Es bien conocido que los peruanos no respetaron las cláusulas del tratado Lozano - salomón que es el que demarca la frontera  Colombo peruana celebrado en 1922y en la que se encuentran delimitadas perfecta y claramente las dos áreas, debiendo cada país resguardar su soberanía.

Colombia no tenía ni la menor idea de 1o que construiría una vía hacia un puerto Asís por la ruta de Pasto, ni mucho menos por otra, pero con motivo del asalto peruano hubo que improvisar y abrir trocha hacia la selva que estaba en peligro de caer; es éste hecho el que nos deja al menos ese camino espinoso y terrible para bajar a una parte de nuestros Territorios Nacionales y, Que  a raíz, de ese Incidente empieza a moverse mejor la economía nacional, diezmada  por la guerra de principios de siglo, la que no deja recuperar a Colombia su estado normal por el caos causado con ella en el territorio nacional.


Pues la guerra dio pie, a que las fábricas de elementos y herramientas
de trabajo para el campo, importación masiva de automotores,
en latados, y en general, se fortalezcan) así como la industria y la
Gente se reponga de su estado "anestésico' en el que permaneció por varios años.


El Pultumayo se desernbotella un tanto y sus productos agropecuarios son
traídos al interior del país para ser vendidos a una población entera, aunque sus productos mineros aún no han sido técnicamente
explorados a excepciones del petróleo que se lo "ganaron los gringos"
y los plantíos de "coca" o de amapola que se disputan los alzados en
Armas.

El Perú en cambio hacía sus preparativos de guerra por la vía de
Iquitos, utilizando aguas del río Urubamba, afluente del Amazonas
y, así provocan el asalto a Leticia el primero de septiembre de 1932,
los peruanos toman la ciudad y encaminan otra escuadra Amazonas arriba para tomar el rumbo contrario a las aguas del putumayo
y en su camino van sometiendo a todas las poblaciones y caseríos
que se levantan en sus riberas. especialmente con Tárapacá, caucayá
(Puerto Leguízamo) y Guepí.

Hernández al conocer la inicua operación peruana vuerve a escribir
al Intendente del Amazonas diciendo le en uno de los apartes de su
Carta lo siguiente: "si ha de haber guerra que sea pronto. Queremos
vengarnos del ultraje que nos están haciendo los peruanos: tener
patria y hoy encontrarnos en patria ajena. pero habrá día en que
siguiera tengamos las aguas del putumayo para regresar aunque sea
en ia última miseria, pero con la satisfacción de que hemos cumplido
con un deber de colombianos'.

Carta que la escribe desde lpiranga, y que refleja ia actitud asumida
por un humilde campesino al sentir mancillada su bandera y
agredida su patria, pudiendo llegar a ofrendar su vida por aquél ideal y,
pudo hacerlo regando con su sangre el suelo enemigo salpicándolo
con el honor, el valor, el ímpetu y el alto concepto de patria que en
su corazón guarda el soldado colombiano. Refiriéndonos a
Hernández, el viril arrojo y la decidida entrega por las causas nobles
y altruistas que el nariñense tiene al vigilar junto con el cóndor de las cimas sureñas, las fronteras andinas de la entrañable colombia.


hernández nunca fue soldado por eso el Mayor Luis Gómez jurado
dice refiriéndose a él en las cartas de combate, "Señor José María
hernández", a los demás les dice Suboficial Cándido Leguizamó  ó
suboficial Juan Solarte Obando.


Vale la pena resaltar en este ensayo que la carretera a Puerto Asís no
estaba preparada aunque sea a medias, como la de hoy, para la
entrada  por ella de las tropas colombianas, Sino que apenas eran
caminos donde quedaban, arrepentidos arrieros renegando con sus
mulas al encontrarse vía a Mocoa con una caravana en contravía.

El nefasto acontecimiento de la guerra de Guepí como ya se dijo,
sirvió de señuelo para que el gobierno pusiera sus ojos en esa zona
y con Su mano temblorosa y vacilante ofrezca algunos emolumentos
para la conservación precaria que hoy se le presta a esa seudo
vía que aún guarda todas las características de un "gran camino de
herradura". Promesa eS de todo candidato: presidenciales. Senadores,
representantes y demás personas que llegan al poder con el favor
delvoto que; "pronto Se construirá una gran transversal hasta el
Puerto de Tümaco o desde allí hasta el Atlántico por el río Amazonas,
Lo cual no ha pasado de ser una promesa.





El Batallón Boyacá al enfrentar la situación hostil de la guerra, hizo
la trocha que de Mocoa conduce a Puerto Asís; tocándole el singular
y arduo trabajo de empalizar algunos tramos para facilitar la entrada
de algunos instrumentos pesados de guerra, como de alimentos para
los combatientes.


Eso nos cuentan algunos sobrevivientes de esa contienda “hasta las
alpargatas se nos quedaban apenas principiando a caminar por el
Páramo del Silencio y algunos oficiales como podían amarraban
con bejucos sus botas para no sucumbir a la hostilidad del camino”
Hoy no tiene mejores condiciones la vía -camino- a puerto Asís.
Pues, al ser interrogados (entrevistados) varios de los transportadores
que labran con sus maldiciones esa ruta, dicen ,,la muerte viaja
aquí junto a uno, pero algunas veces le hacemos trampa y llegamos
a nuestro destino".


Hernández estaba ubicado en Tárapacá y cuando los peruanos la
toman, se refugia en Ipiranga desde donde describe el mensaje ya
transcrito y él que es un bizarro, que había cruzado más de una vez
por éstos caminos, navegando por los ríos salvajes de la selva virgen,
decide en un momento de valor y apremio presentarse ante los
Mandos militares que llegaron por el Amazonas desde el norte de
colombia a Tárapacá, hecho que acontece en febrero de 1933.





Soldado guía  y espía

Mientras  tanto sigue la movilización de tropas del Batallón
Boyacá desde Pasto, por los caminos más crueles, provocando las
mas infelices situaciones a los hombres, y desde Neiva el Batallón
Juanambú en empíricas y débiles embarcaciones, aguas abajo por
el orteguaza, proponiéndose deslizar hasta el Río caquetá, sorteando
los enormes e inminentes peligros hasta llegar a la Tágua, desde
donde por trocha hecha por ellos mismos, tendría que llegar a
caucayá (Puerto Leguízamo) en el río putumayo. por éste aguas
abajo a tarapaca en donde Hernández no vacila en presentarse al
Géneral Efráín Rojas, que era uno de los comandantes que entraron
por el, Arnazonas a territorio colombiano, quien junto al General
vásQuez cobo comanba una flotilla conformada por los siguientes
cañoneros: a la vanguardia o sea encabezando el desfile bélico
iba "El córdobá" seguido por "el cartagena" y ,,El santa Marta,,
custodiados todos por "El Barranquilla" que se ubicó en la retaguardia.


Estas eran las primeras embarcaciones colombianas enrumbadas por
El Amazonas, por lo tanto antes de que ellas llegaran, las tropas no
Tenían medio de comunicación, aunque en puerto Asís los efectivos.


colombianos habían decomisado unas dos embarcaciones en las
cuales transportaban tropa, elementos de guerra y alimentos, estas eran: sinchi - Roca y Huainacapac de nacionalidad peruana, que
no pertenecían a la armada de ese país sino que eran de propiedad
de unos comerciantes a quien se les pagó muy bien el alquiler y se los
mandó confinados a Mocoa, lo mismo sucedió con Ia lancha"Emita" de nacionalidad brasilera.




Nosotros tomemos en el hecho de la presentación de Hernández
ante el General Efraín Rojas, una de las señas más valerosas en su
carrera hacia la inmortalidad, hora en que  el ser llagaba hasta la sima
de su realización sublimándose al volar inmolado desde suero ajeno,
como él lo llamaba, hasta la tierra que hoy recuerda su martirio y
venera sus cenizas.


Al conocer el estado Mayor conformado por los Generares Alfredo
vásquez cobo y Efraín Rojas, la intrepidez y el singular conocimiento
 de la selva por José María, en doce años de comercio por esos
lugares que recorrió palmo a palmo, le asignan confiando en la gran
Responsabilidad que lo caracteriza y en sus altos afectos por la patria,
la honrosa pero al mismo tiempo peligrosa misión de descubrir la
Posición enemiga a lo largo del Río cotué hasta la población de
Buenos Aires en el Amazonas, tarea que le fue encomendada dadas
sus condiciones de civismo y como ya se dijo, por ser un experimentado
corredor en esos lares.


Nosotros nos preguntamos ¿si el General Vásquez Cobo o el General Efraín Rojas, siendo los más altos oficiales de la armada' le habrían confiado esa tarea a  cuaiquier soldado o a otro miembro cualquiera
del ejércilo sabiendo que de ello dependía el éxito o el fracaso
de la misión?.


Seguramente que aquellos sabuesos Oficiales analizaron muy bien a
José María Hernández y después de un exhaustivo estudio de sus
dotes intelectuales, su personalidad y su valor, decidieron confiar en
éste humilde campesino de Pupiales, la tarea de vigilar al enemigo y
mirar dónde construían sus bélicos fortines, por eso hoy esa patria
chica en homenaje póstumo eleva globos de grandeza, alimentados
con el aliento del sagrado silencio de su héroe. "El General Rojas lo
designa primeramente como ayudante de los prácticos que conducían
el vapor "Nariño", donde se distingue por sus eficientes servicios
y su conducta intachable, luego pasa a prestar servicio como
guía y ayudante del crucero "Boyacá", donde también sienta precedentes
de magnífico patriota; así pues, pasa por el servicio naval
hasta llegar al cañonero "Barranquilla" prestando aquí también sus
servicios eficaces por su extraordinario conocimiento del río y las gentes ribereñas".

Luego coopera directamente con las fuerzas nacionales llegadas a
Torantino y las conduce a Tárapacá que estaba en poder de los peruanos
y de donde éstos lo desalojan, por eso decía en un carta trascrita de su autoría , "tener patria y encontrarse en patria ajena,,, allí está el repudio que re causaba la actitud peruana, alli decide vengar a su Patria "vengarse del urtraje que nos están haciendo, allí siente en sus más íntimos afectos, la ansiedad de que la patria vuelva a ser suya y pertenecer él para siempre a su mancillada madre, la Colombia de Alcantuz, Galán, policarpa, Nariño, etc.


La ruta hacia lo heroico

Una vez recuperada Tárapacá por nuestro ejército, el altornando de
guerra,ahora sí,le encomienda a Hernández lariesgosa tarea de
subir por las aguas del Cotue hasta Buenos Aires y se le asigna un
compañero llamado Francisco Vargas para el emprendimiento de
tan  peligrosa labor' Iban con la tarea de ponerse en contacto con
Hilario, cacique de los Huitotos para determinar la situaciónes de las tropas enemigas, recientemente vencidas en Tárapacá' como también la de los aviones que sobrevolaban la zona de conflicto y las de
la anchas "Libertad" y "Estafita" que eran las que transportaban la guerra desde Leticia hasta GuePi.






Efectivamente Hernández emprende el viaje al caer la noche para
Camuflarse  las sombras, desafiando los vientos amazónicos, la
Voracidad de las fieras, al aguijón del reptil que acecha bajo la manigua y las balas que detrás de los árboles salía a anidar en el
Cuerpo de los soldados.

Más el destino de JÓsé.María parece haber  estado escrito en uno de los rayos del sol de Guachá, en una estrella de sus noches en plenilunio,
que duerme en eI cauce del Cuatis o en el Ada morada de su
blusa bautismal.

La noche amazónica lo mira deslizarse por el río Putumayo aguas
abajo a coger el Amazonas, el ambiente maloliente de raíces y troncos
en descomposición le dan ánimo en vez de cobardía para enfrentar
su destino, la manigua lo oculta alojo enemigo hasta cuando
llega a la ranchería del Cacique Hilario; allí comparte un día y una
noche, tregua larga para que se geste la traición en medio de la
ignorancia de un codicioso e ignorante nativo.


Pero "sipor allá llueve, por acá no escampa", las tropas del Boyacá y el Juanambú como también las del escuadrón Huíla formado por soldados nariñenses y huilenses de los batallones Boyacá y
Juanambú, siguen a la espera de la orden de ataque a Guepí por
parte del Ministerio de Guerra de la República de Colombia.
"La primera orden se la recibe el primero de marzo de 1933 y los
Cañoneros "Cartagena" y "Santa Marta" orientan sus proas aguas
arriba a encontrar Guepí, pero al tiempo llega un hidroavión piloteado
por el coronel alemán Herbert Boy y con él una nota con contra
orden de ataque ,.disponiendo al mismo tiempo volver a sus antiguas
posiciones, pero la incertidumbre sigue en la tropa a la espera
de una orden definitiva ya que desde el inicio del conflicto se acude
a la Liga de las Naciones con sede en Ginebra (Suiza), demandando
al  Perú como país invasor y por lo tanto se pedía la sanción establecida para el Estado que turba la paz de otro.

En estas circunstancias nuestras tropas en la selva y nuestro gobierno. No siguen a la espera de la decisión diplomática, la cual era causa de órdenes y contraórdenes; valga la pena destacar la acción de todas las naciones del mundo a favor de nuestros intereses ya reconocidos en el tratado Lozano - Salomón, avalado más tarde en el protocolo de Río de Janeiro.

El veinticuatro de marzo llega la orden definitiva de ataque a Guepí y el veintiséis del mismo mes entre las horas del medio día se da feliz finiquito por nuestras tropas a los agresores peruanos, la bandera es entregada al Batallón Boyacá por la abnegada virilidad de sus soldados en el combate".

Desbandadas las tropas peruanas emprenden la huída tomando los caminos de la selva, ruta de Hernández, a localizar los puntos enemigos, mientras en Ginebra se lucha por conquistar la paz aplicando el principio de Derecho Internacional de Arreglo a las Controversias por la vía Pacífica, tratado que se firma el veintitrés de Junio de1933, fecha en la cual se determina en una de las cláusulas la entrega de Guepí a los peruanos quedando en el vacío los anhelos de la oficialidad colombiana y de todo el contingente comprometido en la refriega.

De haber ganado la batalla, de haber tomado para Colombia las posiciones de los peruanos, especialmente la de Guepí. Tarea que  emprendieron nuestros indomables soldados a cambio de riesgo y en espera de lo más nefasto que en la vida pueda sucederle a un hombre, que es eI de perderla; pero iban en aras del triunfo cabalgando sobre el lomo del peligro. "Deber cumplido” pudieron decir nuestros defensores el veintiséis de marzo de 1933, pero el veintitrés de junio del mismo año, después de dos meses de saboreada la victoria, en el pacto Colombo - Peruano manejado por unos pocos que estaban fuera de conocer ros riesgos y el inminente sacrificio, firman el acta que ordena devolver la posición recuperada de las fauces del caimán, o sea la zona de Guepí, delimitando en la misma carta Protocolaria lo que en adelante pertenecería a Colombia y desde luego lo que sería peruano.

Vale la pena transcribir aquí ro que sobre esto piensa el Mayor Luis Gómezjurado: "No existe ya interés alguno en mantener como trofeo de guerra la zona conquistada en combate; el convenio de paz tronchó nuestras ilusiones, no existe motivo especial para permanecer en Guepí y en consecuencia debemos desalojarlo, así lo prescribe el Tratado de Ginebra. En consecuencia se ordena por parte del Teniente Coronel Ángel María Diago, arriar el pabellón Colombiano y anunciar que zarpen los cañoneros que se encuentran en el puerto".

Hernández sigue vigilante en compañía de Vargas en la ranchería de Hilario, mas el indio los traiciona, siendo entregados a las tropas enemigas en medio de los árboles que sintieron el dolor de la presa cruzada por los colmillos de la hiena, ellos habían visto a Hernández descansar bajo su sombra, lo habían visto caminar seguro y confiado y con sus ramas muchas veces acariciaron su rostro y sus espaldas. El indio Hilario tenía el rostro pálido y las fauces entre abiertas, encogido en el temor y agazapado en la iniquidad de su traición,
Sintiéndose culpable como Judas, de entregar al Maestro en manos del verdugo.

Este es el momento del clímax de la gloria del campesino con  grandes dotes de patriotismo. El enemigo continúa su empresa bélica a pesar de que Colombia ya había ordenado el cese al fuego, pero como se sabía que las tropas se fortificaban en Iquitos, el General Efraín Rojas vigilaba de cerca con sus efectivos mientras su mensajero, un campesino de Pupiales y ciudadano por excelencia, José María, ya caía en garras enemigas.

Una vez en manos del verdugo tanto él como su compañero son llevados a ratos por el desecho de la selva y otras veces por las aguas del Cotué hasta que por un camino hostigante y tortuoso llegan a
Leticia, donde son entregados el Estado Mayor Peruano. Recuérdese que aún el acta de Ginebra no se había firmado y por lo tanto Leticia estaba en posición peruana.

Después de una semana de prisión en Leticia, su compañero aprovecha una falsa alarma de la guardia y en un momento logra tomar alas de fuga y con ellas vuela a Tabatinga en el Brasil, Hernández que era hombre clave como lo había anunciado Hilario, se encontraba en una celda aparte por lo cual no pudo acompañar a Vargas por el camino a Tábatinga.

Durante su prisión en Leticia fue obligado a revelar secretos que jamás fueron obtenidos por el torturador y a la postre de la fuga de Vargas le ordenan a la guardia un exagerado cuidado al prisionero que sí sabía dónde, cómo y por quién estaban comandados los cañoneros Colombianos, así como también cuándo llegan abastos para los hombres y el arsenal de guerra para la defensa.

Sometido, humillado, torturado Hernández no da su brazo a torcer ni su ánimo a caer en la desesperación y, así a pesar del ofrecimiento de su libertad si revelaba secretos de la tropa colombiana, resiste de pie y con la frente en alto aunque en su boca ya no había saliva por causa de la deshidratación crónica que estaba sufriendo en un húmedo y mal oliente calabozo donde la oscuridad y los grillos fueron sus compañeros hasta cuando el enemigo decide enviarlo a Iquitos junto a un pelotón de guardia, por ros caminos más desastrosos.

Varios días pasaron antes de que José María llegue al nido de víboras que lo esperan, las noches en la selva son interminables y los días no son más que otro enemigo para el prisionero, ora sentado manos atrás en una canoa, ora camino entre ros troncos y cargando una cadena que sirve para prevenir la fuga en esos caminos por él muy conocidos.

Aquí se perfila claramente el héroe, más allá lo espera la gloria que como Cristo tiene que beberla en el cáliz pesado que contiene el amargo postre del martirio. Me da la impresión de que Hernández repetía algunas frases pronunciadas por el Libertador como ésta que dirige al pueblo de Pamplona "¿Os sentís contentos de estar sentados y esperar que el invasor penetre en el país para solo entonces levantar a los patriotas y repelerlo?"; pero permanecía de pié, la frente en alto como un hermano de la esfinge que desafía con su silencio, el uno al enemigo y la otra al paso de los siglos contados con granos de arena en el vendaval del desierto.


Hernández es notificado de su sentencia, pero su tozudo varorIo conduce por los peldaños de la fama y la inmortalidad, serenamente espera la hora señalada que como un relámpago de victoria le dará el indiscutible grado de HEROE y MARTIR.

Hernández le da un poco de reposo al  cuerpo y como buen cristiano desea examinar su conciencia para que vuele su arma más diáfana hacia los dinteles eternos.

En vista de su sentencia, sin recursos, al anochecer del día dieciséis de abril de 1933, pide un Notario para otorgar su última voluntad que no pudo dejar de ser escuchada por e verdugo, enviándole a su celda iluminada soro por ros rayos del silencio majestuoso que se convierte en omnipotente, al no haber revelado los secretos de su patria aún siendo al precio de la propia vida.

Notario que suscribe el número setenta y dos como lo cuenta la historia, en el testamento que Hernández otorga en la cárce pública de iquitos. 'Juzgado por el notario en pleno goce de sus facultades Mentales y por lo tanto en capacidad de testar. Pues el notario así lo calificó porque no era falso, el impetuoso patriota no había perdido los estribos a pesar de la tortura moral y física a la que en largos     días fue sometido para ver si abría su boca en contra de la patria y a  favor de su propia vida, allí estaba recordando a su amada esposa, a sus cariñosos hijos, a su angustiada madre y en general a todos los seres que otrora lo rodeaban.

Acto seguido se identifica, o sea, dicta sus Generales de Ley dentro  de las cuales dice entre otras cosas las siguientes: "llamarse José  María Hernández, ser natural del departamento de Nariño república de Colombia, tener cuarenta años y ser hijo legítimo de Víctor Hernández y Rosario Vivas, ser casado con doña Gregoria lles y con  ella tener dos hijos llamados Sergio y Justina Hernández Iles.


En otra cláusula expresa, poseer bienes en Puerto Asís y en Tárapacá además de algunos valores en especie y mercancías en la población de lpiranga, designando a Fray Diego residente en Villanueva para que entregue a su esposa todos estos valores. Pide también en su  testamento al coronel Luis Acevedo y al General Vásquez Cobo, velar y cuidar a su esposa y a sus hijos en razón de haber servido en la frontera Colombo - Peruana como miembro de la Policía Nacional".

De conformidad con éste último pedido, en un artículo de FabioCastillo, dice que le fue concedido porvirtud de la ley 99 de 1936 suhija Justina, única sobreviviente la suma de treinta pesos ($30)  mensuales a perpetuidad, Ley que fuera derogada luego por un esperpentojurídico, deshonesto y ridículo mirado de cualquier ángulo; una resolución emitida por el Ministerio de Guerra siendo titular
de esa cartera el General Hernando Correa Cubiles, quien negó a laheredera del mártir la irrisoria pensión honorífica. Motivo por elcualel apoderado de Doña Justina Hernándezlles, el abogado José A.Pedraza Picón impetra demanda ante el Consejo de Estado y pide que la actuación de curreacubides  sea analizada en un Tribunal de Honor, arguyendo que "la falta de respeto a los valores patrios y a
sus mismas instituciones, afectadas por errores de interpretación jurídica como en el caso sub - Judice, son imperdonables por la rnisma trascendencia que tienen". pero el problema de interpretación por parte de los militares sigue siendo una verdadera preocupación social (y para ejemplo solamente nombremos la interpretación de "motivos de orden público").

De su testamento colegimos que era un hombre pudiente y que además de ofrecer patrióticamente sus servicios ante el general Efraín Rojas, le interesa defender su patrimonio en puerto Asís y en Tarapacá; piensa en que su familia puede sufrir las inclemencias de la guerra y decide enfrentar personalmente el incidente temerario, actitud que le brinda los altares del Olimpo.


La dramática situación sigue para el prócer que no admite a su espíritu, cobardía de declinar aunque para su cuerpo ya era necesario" mas la conciencia en duro combate con la materia sale victoriosa y al fin aquella larga, pérfida y oscura noche, le ordena al cuerpo soportar la suerte que le depara la rapiña, pero no se logró revelación alguna del intrépido varón pupialeño en contra de su patria.


Hernández no retrocede ante la sentencia por muchos y por nosotros calificada de infame e injusta; su paz y su serenidad de buen cristiano frente a sus últimos suspiros pide que lo asista en aquellos postreros momentos, un sacerdote; llega entonces a su celda en la cárcel pública un ministro de cristo de la orden de san Agustín, a quien dijo de acuerdo a sus creencias derivadas del Astete, sus, pecados".  En ese momento le pide al cura una pluma, papel y tinta para escribir sendas castas para sus hermanos religiosos y para su esposa, encargándole a esta última, la misión de la educación de sus dos hijos y comunicándole lo  que en su testamento quedaba escrito.


No los hizo partícipes de su gloria, pero tanto ellos como su patria son los herederos legítimos de ella y de todos los homenajes que se le brindan, los mismos que desde el día de su sacrificio siguen ardiendo en la tea alimentada con su sangre. Una vez desocupado de su mente y de sus bienes, se dispone a tomar el último descanso en el mundo de los mortales.
La noche corría silenciosa y oscura a pesar de ser noche abrileña, mes que para nuestra historia trae negros recuerdos, solamente se oían algunas pisadas de la caballería que paseaba por la desolada Iquitos y los golpes de la artillería en su apurada labor de levantar una plataforma en el aeródromo de esta ciudad, donde se fabricaba un improvisado patíbulo como lo dice la historia, pero es que para la
Muerte no existen improvisaciones sólo se necesita la víctima que la soporte.



Diecisiete de abril de 1988

Aún no aparecía los enrojecidos y violáceos colores de la aurora cuando el calabozo, última morada de José María en vida, se ve rodeado de los guardias que lo conducirán al altar del sacrificio; el valor  Sale y a su retaguardia el pelotón de fusilamiento.

Eran las cuatro  de la madrugada del día diecisiete de abril de 1933Cuandoparamayor escarmiento del hombre que pronto se iba abrindar sublimemente en honor y para orgullo de Colombia, le hacen cargar, las herramientas con las cuales habría de cavar su propiasepultura, tarea que se cumplirá en un rincón de la ciudad de lquitos, al cual se refiere un  Poeta .püpialeñodiciendo: "enun estercolero del lugar” y es que en realidad no se podía pensar menos ante la infarniá y la  vergüenza confundida Con el temor y la indecisión.


Mas el centauro sigue a paso firme recordando la.arenga de un prócer dela indépendéncia"iPáso de vencedores!”, y  efectivamenteabrió su presunta morada, que no la hizo tan profunda porque pensaba salir de ese suelo que le quemaría el cuerpo y el alma y le haríadaño a su nombre, al de Pupialesy al de Colombia.





El sol ya mostraba su rostro entristecido y atormentado por lo que en su presencia horrendamente iba a suceder, las nubes se hicieron presentes en un vuelo a media altura y con sus lágrimas regaron elescenario criminal; los clarines empiezan a congregar al pueblo y éste ávido de sangre colombiana, como los judíos en Jerusalén lohicieron con el Maestro, enfurecido sale de sus casas y se congrega en el lugar donde se construyó el patíbulo; no se dio mucha espera porque a las ocho de la mañana se da la orden de cúmplase a la sentencia ejecutora expedida por el consejo Verbal de Guerra.



Hernández sube sereno, decidido y con gran fortaleza a la picota, allí los soldados le brindan una venda para sus ojos, pero  él la rechaza exclamando "iquiero ver de frente al enemigo!"; cree cualquiera que los que debieron vendarse fueron ellos para no ser testigos del impune asesinato y poderse disculpar de la coparticipación y complicidadhomicida que por siempre juzgará la Historia.


Hernández seguía la ruta heroica con el arrojo y la bizarría del mitológico Teseo, su voz aún era una amenaza y el enemigo seguíaabsorto del valor riguroso del rehén; entonces le insinúan sentarse y vuelve  a rechazar la oferta cual Titán que valiente espera al enemigoque lo reta; quiere estar de pie para que la Historia no diga quehubo flaqueza y, recibió humillado la muerte.



Los segundos poco a poco iba  eternizándose en su mente cuando el pelotón recibe la orden de atencionfir, armas al hombro!y elEspartaco pupialeñolevanta su rnano como pidiendo la palabra enun cabildo abierto donde se lo acusa, más sin que nadie se la diera habla fuerte y desafiante; los curiosos que alborozan, callaron y enmedio de ese rnaravillosopero sagrado silencio, entre la vida y lamuerte Hernández lanza un grito que los ríos, la selva, y la tierra
colombianalo escucharon y, hoy retumba en eIcielo colombiano
Constituyéndose en el epígrafe de su indiscutible gloria  “MI MUERTE LE CONVIENE A COLOMBIA, MI PATRIA SABRA VENGARME", ifuego! dice una voz ronca y trémula y la descarga fatal rompe el sepulcral silencio, el coloso cae y aún en el suelo le declara combatea la muerte, entonces los verdugos con manos temblorosas, loamarran a un carro de la armada y así semivivo y semimuerto fue
arrastradopor las calles polvorientas de Iquitos hasta cuando sus ojos se cierran para siempre, pero que las miran desde las escalinatas del santuario procero. Su cuerpo destrozado es dejado en unrincón del cementerio de la ciudad.
suboca jamás se abrió para traicionar la patria, que bien pudo hacerlo para salvar su vida, su madre, sus hijos, su esposa, susbienes, allí nació un héroe perpetuado en la grandeza de Colombia y que coloca sobre su añorado pupialesuna aureola dorada en lafrente del sol amazónico , burilada con la hazaña del más grandehombre gestado y brotado de las profundas entrañas de Tatambud.




Noticia de la muerte a Bogota

El General Efraín Rojas que fue su comandante sigue en el mando a bordo del cañonero "Nariño", cuando se entera del infeliz acontecimiento.En soberbio acto hace rendir homenaje póstumo en la propia cubierta del cañonero en el que lamenta profundamente lamuerte de su compañero y compatriota, alavezque condena públicamente la actuación peruana, pero no se queda con elsolo hecho
De rendirle homenaje, sino que el cable al Ministerio de Guerra de
Colombiáenvía un mensaje dando el parte del insuceso, expresándose énla siguiente forma:

" Siete de Junio de 1933.
A.S.S
El ministro de guerra afectuosamente refiriéndome suyo me suyo 29.


Escierto que en Iquitos fusilaron de modo infame a José María Hernández quien fue a la muerte lleno de coraje y negándose hastaÚltima hora a suministrar datos contra la Patria. Honremos su memoria y escribamos su nombre donde lo puedan leer todos los colombianos.

Atentamente, Servidor
Efraín Rojas. General".


A raíz de la tan merecida petición del General y a Ia luz de un proyecto presentado por los representantes a la Cámara Fabio Lozano y Lozanoy el General Amado Rodríguez, fue aprobada la Ley 15 de Lg40sancionada por el entonces presidente de la República Doctor Eduardo Santos.





En Pupiales, en Nariño, en toda colombia se tuvo pronto conocimiento del horrendo crimen cometido en la persona de un humilde ciudadano, de un campesino de firmes ideas, en un hombre con el más alto sentido de patria, concepto que por ahora se encuentra fugado de las mentes juveniles de los colombianos.

Desde entonces el pueblo pupialeñose apresta cada año a glorificar
sunombre, solarizando  para siempre en el bronce de su estatua, en el timbrado apologético de un claustro de enseñanza media en memoriadel héroe campesino y en el bautismo categórico de laidiosincrasia de su pueblo.símbolos de los cuales no podrán con su recuerdo y su devoción, niel dragón del tiempo ni la momia del olvido, hoy y siempre cada diecisiete de abril desde cuando conocimos el infame fusilamiento del campesino pupialeñoen lquitos; lo hacemos brindando nuestrosentimiento de admiración al héroe y mártir expresando que: "pueblo que se olvida de sus héroes está condenado al desprecio de su viday de su patria", cada año deberían vestirse de gloria los callados deGuachá, su pajar solariego debería ser santuario turístico. En el sitiodonde se levantosu casa que ya no existe, debe colocarse el recuerdo delvalor delcampesino colombiano, izando todos los días el Pabellónde la Patria.

Junto a nuestro mártir deseamos que una ley conmemore al campesino que nació en Tátambud, no con unas letras adornadas como "Ley de la República" que siempre quedan como letra muerta durmiendo elsueño de los justos sino con bibliotecas en sus colegios,dignas de la investigación y el desarrollo cultural de los Pupialeños,un centro de cultura dotado de los mínimos requisitos de la posmodernidad y que ya los politiqueros no nos exploten más con elcontentillo de una Ley de Honores que nunca se hizo realidad.


Esta es a grandes rasgos la vida de José María Hernández vivas, su tiempo a través de la dicha, el amor, el infortunio y el martirio quecon su sangre regada en suelo peruano, inmortaliza su valor yenorgullece su raza; su decisión nos da la diafanidad de la gloria.Hoy José María Hernández Vivas sigue viviendo entre nosotros ydeseamos que entre  los nuestros y su posteridad siga siendo la columnavertebral de los hombres de honor que con denuedo sebrindan sobre la bandeja de la soberanía.








EL MINISTERIO DE GUERRA
(Oficio No 1949)
MINISTERIO DE GUERRA. BOGOTÁ, 11 DE OCTUBRE DE 1933
Al Señor Alcalde de Pupiales
La siguiente es la respuesta que el señor ministro de guerra Carlos Uribe Gaviria le da al oficio No 251 del t7 de septiembre de 1933; de conformidad a 1o recopilado por el Rvdo Hermano CristianoAntonio Manuel Moreno Belalcázar, para el cincuentenario de la muerte del héroe. José María Hernández, quien fue fusilado en lquitospor fuerzas del ejército peruano (ei.77 de abril último), no fue dado de alta en lasfilas de nuestro ej&c\to, aúncuando así (sic) prestó importantes servicios en las regiones del sur sin que tomara parte en ninguno de los combates de Tarapacá, Buenos Aires o el río Cotué, puesprecisamente, cuando se libró esta acción de armas, ya Hernández había sido enviado a una comisión consistente en ponerse al hablacon una tribu de indios, misión en que fue acompañado por el Sr. Francisco Vargas. Estos dos señores llevaban como guías a algunos indios, uno de los cuales enkegóa éstos dos compatriotas a las tropas peruanas, las que los condujeron a Leticia, en donde logró fugarse, quedando prisionero Hernández, quefue conducido luego a lquitos, en donde lo pasaron por las armas.



Aún cuando sin estar sometido a la disciplina militar, como miembro del ejército. Hernández no vaciló en prestar a su patria el servicio que él exigía y animado de ésiesentimiento aceptó la comisión quele confiara, lo que le trajo como consecuencia el sacrificio de suvida, la cual entregó en una forma tan varonil que sus mismos victimarios tuvieron que admirarsu serenidad y valor ante la muerte. Muy justo sería todo homenaje, que se kibutea este buen patriota,
especialmentees esa población de donde con orgullo dijo ser oriundo y llevó en su frente y en su corazón el nombre de su pupiales querido,muy conveniente que se recomiende a la posteridad como ejemplode pakiotismo, de desinterés y de valor.,,
Verdad que se ignoraban ros pormenores de nuestro héroeyque durante varias décadas permaneció y quizá aún permanece en el rincón del olvido el sacrificio de este patriota nacido en las entrañas de los campos de colombia. solamentegracias al Doctor EduardoNieto caballero que en diciembre de 1933 y en el propio lugar delos hechos (lquitos) pudo recoger un testimonio de excepción relatado por el propio testigo Doctor Enrique A. Mgil y de otros ciudadanosperuanos' las circunstancias del heroico sacrificio al que se enfrentóJosé María al pelotón de ejecución lanzando como despedidasuprema o como lengua de fuego que recorrió toda la selva amazónica un ¡VIVA COLOMBIA!.





Testamento de José María Hernández vivas

En la ciudad de lquitos, siendo las 9 de ia noche del día 16 de abril de mil novecientos treinta y tres, yo, el infrascrito Notario público, encumplimiento de lo ordenado por el sr. Tte. Coronel  Adrián Zola,juez militar permanente de esa circunscripción, en su oficio número cuatfo, me constituí en la cárcel pública de ésta ciudad, en unión delos testigos señores: Enrique Freitas, alcalde del establecimiento yde los guardias ArtiderosaldañaMoriy Julio Ríos Gaviria, donde seencuentra detenido en elcalabozoasignado con el número dos, JosémariahernaNDEZ,aquien por las respuestas que me dio le juzguéen el pleno goce de sus facultades intelectuales con capacidad para testar, conocimiento bastante y libertad completa, de  que doy fe y Me expuso: Que deseaba extendiese en mi Registro de EscriturasPúblicas, su testamento abierto, que lo otorga como sigue:Primera. - Dijo: llamarse como queda dicho José María Hernández, ser natural del Departamento de Nariño, República de colombia:temer cuarenta y un años de edad y ser hijo legítimo de don Víctor

Hernández y Rosario Mvas, de los cuales ha muerto el primero. Segunda. - Dijo: Ser casado con la señora Gregoria lles, y de cuyo matrimonio con su esposa ha tenido cuatro hijos, de los cuales han muerto dos y viven dos, Sergio y Justina Hernández, de ocho yonce años de edad respectivamente. Tercero. - Dijo: Que en línea de naturales no teníaningúnhijoreconocido. Dijo poseer los siguientes bienes: En Puerto fuís, Colombia, que es a su vez residencia de su esposa Gregoria Ilesdeja uncasa de paja con cerca de cañas sobre estantes de Huacapús, contodos sus enceres, y dos lotes de terreno cultivado, a título de colono.
Dijo: Que en Tarapacá posee una casa también en techo de paja sobre estantes de Huacapús, la que tiene diez metros de largo porsiete y medio de ancho, seis hectáreas de potreros y una hectárea desementeras cultivadas a medias con Justo Vargas. Dijo: Que en punto denominado "lpiranga", en el Brasil, dejaba diferentes especies yvalores y algunas mercancías, cuya relación, así como las relacionesque le deben, ha hecho por su puño y letra, a efecto de que seanremitidos por el notario que autoriza al reverendo padre Fray Diego,residente en villa Nueva, para que éste recoja estos valores y especiesde Ipirangay los entregue a su esposa. Dijo: que instituye como suúnica y universal heredera en todos sus bienes que deja, a su esposadoña Gregoria llesy a sus dos hijos legítimos, Sergio y Justina Hernández


Dijo: Que en tazón de ser ajusticiado por los señores militares que lohan juzgado y sentenciado en el consejo de guerra, por el delito de espionaje, rogaba al coronel don Luis Acevedo y al generalAlfredoVásquez cobo, .jefe de la expedición, para que cuiden y verán por suesposa e hijos, en razón de haber servido en esta frontera comopolicía nacional. Y habiendo el estado expresado por su voluntaden presencia de los infrascritos reunidos en un solo acto desde el comienzo hasta el final, se IeIeyó clara u inteligentemente este sutestamento por elNotario a quien con tal objeto designó. Durante lalecfuray al fin de cada cláusula se averiguó viendo y yendo al testadorque lo contenido en él era la expresión de su última y definitivavoluntad.Así lo dijo, otorgó y afirrnapor ante mí, el Notario que autoriza conlos ya citados testigos, de todo lo que doy fe: como de que en esteacto se encuentra presente desde elcomienzo hasta elfinal, elseñorTeniente coronel Juez Militar permanente de esta región, quien firmatambién el presente instrumento.

Firmado: José María Hernández. Adriánsala, Enrique Freitas, julio
Ríos Gaviria, A. saldañaM. Ante mí, B. PEREZ RANGEL" Notario.














HIMNO EN HONOR DEL HÉROE
* JOSÉ MARÍA HERNÁNDEZ VIVAS,
Letra: Sor Celina de la Dolorosa
Música: Pedro Heriberto Morán Vivas'
CORO
OH patria, glorifica
al héroe vencedor
que supo dar su vida
pordefender tu honor. (Bis)
I
Colombia te saluda
José María Hernández;
antorcha que en los andes
esplende libertad!
En la contienda ruda
lzasteen las fronteras,
eltricolorbandera
como pregón de pazt
il
Una pasión sublime
fuenervio de tu historia:
lagloria de Colombia
que consagró tu ser.
La Religión tuviste
poreje en tu destino,
y fue tu lema altivo
"morir en el deber".
Iil
En actitud serena
la muerte desafiaste.
"Colombia ha de vengarme"!
clamastevencedor,
yla descarga fiera
al apagar tu grito,
prendióen elinfinito
tu fama con fulgor.
N
Sellaste con tu sangre
eltriunfode la patria.
Amor, bienes y fama
rendiste con tu honor.
Mas... hoy tus ideales,
son la esperanza viva,
de pueblos que conquistan
un porvenir mejor.
V
Tu vida fue un instante...
Maspasarán los siglos
cantandotu heroísmo
coninvencible fe.
Y te verá radiante
comolaurelamigo,
quesurge siempre invicto,
tupueblo nariñés.